21/3/22

Capítulo 23 (Novela 'Julio y las viejas')

Soto comenzó a leer el informe psiquiátrico. Ese día le iban a dar el alta en el hospital y la inspectora Marín, tras mucho insistirle él, le había traído el documento al hospital donde se terminaba de recuperar del ataque del sacristán. El subinspector quería terminar de comprender, de interiorizar el perfil de este individuo que ya era toda una celebridad, que había matada a decenas de mujeres, al cura don Esteban, al inspector Santamarta y que casi acaba también con él. El sacristán se recuperaba también del ataque de Blanca en otra habitación custodiada del mismo hospital de Cabueñes.

Leyó:

Javier Domínguez - Psiquiatra Criminal y Forense

Historia Clínica nº 13

El informado responde a las iniciales A.O.C. y tiene 58 años de edad.

Natural de Tarazona (provincia de Zaragoza).

Soltero y barrendero de profesión.

Su padre falleció cuando él tenía 9 años a causa de un accidente laboral en Alemania, a donde había emigrado en solitario para trabajar. La pérdida del progenitor marcó el carácter y evolución psicológica del informado. Quedó al cuidado de su madre, que regentaba una peluquería. Refiere de ella que cada vez fue más una figura ausente, que se sintió abandonado, que tuvo que hacerse cargo él de muchas tareas del hogar que incluían el cuidado de su abuela materna, una mujer dependiente a la que tuvo que atender (lo que incluía su alimentación y su higiene íntima).

No ha tenido hermanos.

En el resto de familiares no se han hallado datos de herencias psicopatológicas.

Comenta que en el pueblo se murmuraba que “no era normal” que un muchacho de su edad tuviera que “encargarse de la casa y de la abuela, que era como un trozo de carne”.

Nació el 4 de diciembre de 1966 y desconoce las circunstancias perinatales. Relata haber pasado la varicela. Sufrió frecuentes anginas que no supusieron mayores complicaciones en el ámbito de su salud.

Crecimiento y desarrollo psicomotor aparentemente ordinarios.

No se han encontrado ni relata antecedentes quirúrgicos, comiciales, venéreos, hepatíticos ni psiquiátricos.

Presentó onicofagia hasta los 33 años.

No relata ni constan consumos de sustancias tóxicas.

Describe su infancia como “un tiempo cerrado en el que trataba sobre todo con unas pocas personas mayores”.

A los 12 años tuvo una experiencia sexual con la mujer que atendía la tienda de ultramarinos donde acudía a hacer los recados. Una viuda de 52 años por aquel entonces, a la que conocía de siempre. “Un día empezó a abrazarme y tocarme y me cogió la mano y me pidió que le tocara el pecho y el sexo, que tenía algunos pelos ya canosos”. La experiencia se repitió de forma parecida en dos ocasiones más. Después, ella rechazó sus intentos de repetir. Él comenzó a masturbarse “casi todos los días” y la limpieza de la vagina de su abuela le “recordaba al sexo de la viuda”, lo que también le daba “algo de placer”.

A los 14 años recuerda haber tenido un enorme deseo sexual hacia su madre, sobre todo cada vez que ella se quedaba en la peluquería para su cita con algún hombre, aunque reconoce que eso le producía “como gusto y vergüenza a la vez”.

Fue escolarizado hasta 8º de E.G.B., con rendimiento escolar mediocre. No tuvo amistades con sus compañeros de clase porque las tareas del hogar y el cuidado de su abuela le llevaban mucho tiempo. Tampoco relata conflictos ni enfrentamientos graves con los chicos de su edad en aquella época, aunque sí era considerado en algunas ocasiones como “un bicho raro”. Su única socialización ajena a su entorno cerrado fue la iglesia, a la que acudía frecuentemente en calidad de monaguillo. Después fue sacristán antes de emigrar desde Tarazona hasta Gijón.

Comenzó a trabajar con 14 años al morir su abuela y acabar la E.G.B. Entró como aprendiz en una fábrica de quesos pero fue despedido después de saltarse dos veces por olvido los protocolos de higiene y obligar a tirar a la basura dos lotes de producción semanal. Al ser despedido y dirigirse a su casa relata un accidente en el que fue atropellado por un turismo de un vecino del pueblo. Recibió un trauma craneal en la zona frontal y perdió “unos dos o tres minutos” el conocimiento. Se negó a ser asistido o acudir al hospital. Desde entonces sufre cefaleas en esa zona frontal que se mantienen intermitentemente hasta hoy día.

Tuvo una relación estable con una novia a los 18 años que era 15 años mayor que él. Las relaciones sexuales fueron muy problemáticas porque los requerimientos de él eran abruptos e incomodaban a su pareja, lo que provocó “constantes riñas y malas palabras y algún empujón”. Esta relación duró año y medio. Después ha tenido otras pero ninguna ha superado el medio año de duración.

Así continuó hasta que con 33 años comenzaron los hechos luctuosos por los que ha sido detenido. El informado admite haber tenido relación con 21 víctimas, aunque solo se han encontrado restos capilares en pequeños botes de cristal escondidos en el sagrario de la iglesia de El Carmen de Gijón de 16 de ellas.

Estos son algunos de los extractos de su relato de los hechos en el sumario:

1) “De las primeras no guardé el pelo ni apunté nada, así que igual no me acuerdo bien de todo. Yo saqué la oposición de barrendero en el Ayuntamiento un poco tarde, con casi 30 años. Hasta entonces hice algunos trabajillos para sobrevivir. Me vine desde Tarazona cuando murió mi madre. Conocí a don Esteban y le caí bien. Le acompañaba porque le ayudaba mucho en la parroquia y él no conducía y yo le llevaba y le traía en el coche cuando visitaba las casas de la gente. Con la primera no sé cómo ocurrió. Había estado de visita con don Esteban y luego subí yo solo, más tarde, que me entró la agresividad esa, me entraron unas ganas de tocarla y metérsela, que no lo hice. Bueno, sí la toqué pero nada más. Primero hablé con ella y no iba a hacer nada más, pero ella se empezó a reír y le temblaban las carnes del cuerpo y me excité y le tapé la boca. No la dejé que chillara, yo notaba como quejidos. Recogí luego las cosas, la dejé bien arregladita y dormida y me marché.”

2) “Luego con las siguientes fue igual, las tapaba la boca por alguna cosa. Fue todo igual o parecido hasta que a una la toqué cuando se quedó dormida. La ataqué sin saber por qué cuando se puso a quejarse de su vida ay a suspirar, que me entró otra vez la agresividad. A esta después la subí las faldas y la toqué por todas partes. Luego la coloqué todo bien para que siguiera durmiendo bien y me marché. Bueno, antes la corté un poco de pelo, que fue la primera a la que corté un poco de pelo y lo guardé.”

3) “Me entraban los agravamientos y las visitaba primero con don Esteban y luego yo solo. Los agravamientos no me entraban si estaba don Esteban. Era después, al quedarme solo. Ellas me abrían la puerta porque ya me conocían. Yo les tapaba la boca y la nariz y se dormían. Luego las tocaba, un rato. Y las arreglaba bien, para que estuvieran curiositas, que estuvieran dormidas pero bien peinaditas. Y cortaba un poco de pelo y lo guardaba apuntando el nombre y el día. Nunca robé nada, yo nunca las he hecho daño, ni soy un ladrón.”

4) “Con doña Paca sentí la agresividad y no sé qué me pasó cuando se quedó dormida. La toqué mucho rato pero las furias no se me pasaban. Me saqué lo mío y lo usé. Ella estaba dormidita y no se movía. Y después ya sí, me calmé y la arreglé, le corté un poco de pelo y me marché.”

Preguntado por si eyaculó, responde que no pudo y que al final le dolía el pene porque “rozaba mucho y me cansé y lo dejé”. En el último caso, refiere un modus operandi similar con doble penetración e imposibilidad de eyacular.

Estamos ante un individuo con tipo de personalidad leptosomático (clasificación de Krestschmer) que ingresó en el Centro Psiquiátrico de la penitenciaría con enorme grado de inquietud, refiriendo amenazas del resto de internos. Solicitó ser internado en el Área de Agudos para tener protección ante posibles agresiones. Esta inquietud fue calmándose al día siguiente de su ingreso de forma espontánea y se adaptó de forma razonable a su nuevo entorno.

Ha protagonizado buena orientación en tiempo, persona y lugar.

Verbaliza buen orden cronológico y hace un relato coherente de su línea vital.

El curso de su pensamiento no presenta quiebras, rupturas ni sonorizaciones.

No presenta ideas delirantes, deliroides o sobrevaloradas en su contenido. Su relato tiene relación de sentido. También tiene continuidad de sentido.

La memoria (de evocación y fijación) está conservada y es coherente.

En las entrevistas mantenidas se aprecia una capacidad de concentración aumentada y una actitud hipervigilante. En ocasiones hay fricciones con el entrevistador que se denotan por sequedad en su boca y contracción evidente en sus músculos maseteros.

El rapport es correcto.

Sin embargo, su capacidad empática es muy pobre y casi no se aprecia resonancia afectiva. Su relato resulta hermético, estereotipado y frío.

La inteligencia es ligeramente alta. En los estudios psicométricos realizados arroja un C.I. de 105.

El estado de ánimo del informado es neutro—apático.

Las barreras afectivas son notables y es evidente su falta de compasión, vergüenza y conciencia moral. Su juicio sobre sus propios actos es muy laxo y está convencido de que merece ser puesto en libertad.

La capacidad de juicio y raciocinio es normal, distingue adecuadamente lo que es lícito de lo que no lo es.

Su capacidad emocional presenta serias dificultades, que suple fingiendo expresiones de sentimiento por imitación de quienes le rodean.

Las pruebas analíticas sistemáticas (sangre, orina, etc.) son normales.

El informado presenta un cariotipo normal (fórmula cromosómica 46XY).

No existen rasgos gráficos de valor patológico en el estudio electroencefalográfico.

Para el diagnóstico del informado se ha empleado el criterio nosológico de Kurt Schneider por la plasticidad de la personalidad.

El informado ha vivido y vive la realidad a través de sujetos y objetos apetecibles, aprovechables y destruibles. El prójimo, incluso su entorno cercano y su familia, son aprehendidos como presas a las que puede victimizar sin límites morales ni remordimientos.

A esto se suma una neurosis vinculada al sexo que potencia su ansiedad y agresividad. La perversión sexual marca un comportamiento en este ámbito, con tintes de deseo incestuoso no satisfecho.

Revisado todo lo anteriormente expuesto, puede establecerse como juicio clínico:

PSICOPATÍAY PERVERSIÓN SEXUAL.

Soto tuvo que coger aire antes de seguir leyendo.