28/2/16

Control de barroquismo



—Muy buenas noches. Parece que conducía usted pisando constantemente la línea continua. ¿Se encuentra bien?
—Furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso...
—Apunta, Fernández, positivo de Lopina.

O

—Oiga, que está usted hablando con un agente de la autoridad.
—Perdí el respeto a ley severa.
—Vaya nochecita... Apunta otro, Fernández, éste viene hasta las cejas de Quevedina.

O

—Baje del coche, así no puede seguir. Esta noche se queda en tierra.
—En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
—Gensanta, Fernández, qué noche... y éste encima le ha pegado también a la Gongorina.

O

—Venga, acabamos el turno. No me tengo en pie. Por Dios qué sueño...
—Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.
—¿Tú también, Fernández? ¡Coño, que vivo sin vivir en mí!

22/2/16

Huerta de San Vicente

Un joven de sombra, muslo y mármol se acoda en su escritorio. Escribe. Letra a letra, palabra a palabra, milagro a milagro...

“Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importe la gente,
ni el veneno que nos echa”.

La tinta no es roja pero lo parece. Es verano de 1932 y en el gramófono suenan Tomás Pavón y Bach.


8/2/16

Vieja encina

Se ha cansado de su altura
la vieja encina
en la que pintaban los niños
risas y plegarias.

Y el oscuro manantial
donde respiraban sus raíces
se ha vestido de una sangre
que salpica siete torres de niebla.

Los humildes guijarros, quietos,
susurran ásperas canciones
con las que comercia
un viento vuelto del revés.

Un gorrión con alas de plomo
quiere llorar y no puede
porque se le ha llenado
la garganta de corteza.