Llegamos ayer embriagados por un eco antiguo
de canciones que nos enredaban el pelo
y nos hacían cosquillas en los labios.
La brisa estaba enamorada
de nuestras ropas y era un hábito tuyo y mío
repasar las calles cogidos de la mano.
Hicimos murallas de libros
y aprendimos de memoria
esos poemas que tú sabes.
Creímos que sobreviviríamos
porque estábamos avisados
de la acidez de los limones.
Pero hoy estamos cayendo:
nos habíamos preparado para todo
menos para este mundo raro.