La tarde es ancha
pero no sabe de ti,
de tu andar ilusionado
cuando de la mano conmigo,
la tarde desprecia
nuestras querencias
y nuestros bellos silencios
sin pasado ni torres.
La tarde se burla
porque hay un río casi seco
mientras estamos lejos y a solas
y me pregunta de qué me sirve
lo que solo yo sé
si tú no estás cerca.
La tarde es la bestia
de la tranquilidad
que tiembla un poco y ríe:
debe de resultarle gracioso
tener dentro una ciudad
y dentro de la ciudad un poeta
que canta a una mujer
con versos de rubio y distancia.
La tarde está cansando al sol
y le peina los rayos despacio
para que el tiempo camine
con una lenta mochila de pereza.
La tarde no escucha
porque no tiene la memoria
dulce de tus caderas
y se cree que nada ignora
porque su madre Mañana ha consumido
todos los afanes del mundo.
Así que disimulo y la entretengo,
verso arriba, verso abajo,
la dejo que se ría,
que no escuche, que pregunte,
se burle, diga y no sepa
porque ya viene asomando la noche.
La noche, amor, que sí nos conoce,
que sabe de ti, de mí,
de nuestras sábanas
y nuestras bocas
llenas de pronombres.