29/12/21

Capítulo 1 (Novela 'Julio y las viejas')

Extendió sus alas el pequeño gorrión y abandonó las seguras ramas de su árbol. Era una tarde de verano en la que la humedad del mar hacía algo más lenta la vida de esta ciudad del norte de España. La corteza de aquel plátano de sombra se descamaba en esquirlas verdes, cenicientas y castañas que, en el suelo, formaban una alfombrilla sobre la que pasó veloz la sombra del gorrión.

Un árbol como muchos otros, en la acera de una ciudad de costa, un ave como tantas, una calle cualquiera. La sombra del pajarillo siguió marcando en el asfalto el vuelo que, unos metros más arriba, protagonizaba el cuerpo del animalillo. Hasta pasar, con un reflejo también fugaz, sobre un charco de agua estancada, barro y diversa porquería, que aguantaba sin secarse en pleno agosto gracias a su cercanía a la ladera norte de una de las colinas junto al mar.

Había extendido sus alas tras sentir un pellizquillo de hambre en su diminuto estómago y se estaba dirigiendo por instinto al contenedor de basura que solía frecuentar, tres calles más allá, cerca del cementerio, algo menos cerca de unos hermosos acantilados junto a una horrible depuradora de aguas fecales.

Volaba bajito porque era un pajarillo que, como decía una vieja canción, no tenía envidia de los halcones pero sentía lástima de los canarios. A media altura, de forma que las copas de los árboles con sus enormes hojas casi le hacían cosquillas en las patas encogidas, voló a buscar comida en la basura. Se peleó con otros gorriones, esquivó los letales picotazos de dos gaviotas y miró de reojo a una rata que se pegaba un festín de carne putrefacta. Se hinchó el gorrión de restos de patatas fritas que encontró en la esquina despanzurrada de una bolsa de basura que habían dejado en el suelo, porque no cabía en el abarrotado contenedor.

Alzó de nuevo el vuelo, perezoso y feliz, todo lo feliz que puede estar un pájaro, por la sensación de tener el estómago lleno, notando cómo empezaba a fermentar la papilla de patata frita y jugos gástricos. Oyó a su derecha un ruido extraño de metal y cristales.

Todo se iluminó. Luego, oscuridad completa.