Por vereítas estrechas
eché a andar como un ciego
y me alcanzó la locura
aquella noche sin cielo.
En el cuarto de la pena,
como ya no puedo verte,
te llamo por soleá
y me contesta la muerte.
A mi me dijo un Debel:
—Si regresas a la vida,
recuerda que vendrá la luz
pero también las heridas.