Ha muerto Paco de Lucía y han sido innumerables y justísimos los reconocimientos que ha recibido el genio de la guitarra.
Otros lo han dicho mejor que yo y no merece la pena que reitere la beneficiosa revolución que para el flamenco ha supuesto el arte que tenía en los dedos el de Algeciras.
Pero no he podido dejar de pensar en algo estos días.
1/3/14
19/2/14
Llorando estrellas
![]() |
Fotografía Alitana. Movimiento de las estrellas en el Pico de San Lorenzo. |
Al sol le salieron canas
y la tarde se hizo tan ancha
que la luz no llegaba a las esquinas.
El cielo comenzó a contar mentiras
y me dijo que era un pozo humilde
habitado por un chispear de luciérnagas.
Una mujer, cazadora de instantes,
acechaba tras su corazón terrestre
a la noche azul que ardía.
Y allí apareció San Lorenzo.
Llorando estrellas.
5/2/14
29/1/14
Bravura
Una vez, por esas tierras de niebla y piedra, alguien dijo que José Menese no cantaba. Que la voz del de la Puebla de Cazalla era otra cosa, que no era música sino algo parecido a una embestida de toro bravo.
Cuando el cantaor de Logroño me contó esta anécdota, me acordé del poema de Miguel.
Y después los he recordado a los dos muchas veces, en los ratos cristalinos de soledad.
Por eso no hago caso a los que me manchan la voluntad diciéndome que el cante y la poesía no sirven de nada.
Porque sí sirven.
Cuando se me agotan la inteligencia, el talento y las fuerzas... me acuerdo de José y de Miguel. Me acuerdo de que queda el corazón.
Y embisto con bravura.
23/1/14
Antes de lo inevitable
Romper el barro de los días,
desterrar el vértigo de las hormigas,
echar al mar la cajita de madera
que guarda los gestos rutinarios,
aguantar el duro momento del miedo.
Salir al aire, a la ferocidad de la mañana,
exponerse a los ojos hambrientos,
soñar con gigantes,
temblar bajo la cascada de luz del mediodía,
saber que todo dolerá.
Levantarse,
abrir los ojos,
mojar las manos en los estanques
donde nadan vuestros corazones.
Y, al fin,
de pie,
sonreír a la muerte como a lo inevitable.
desterrar el vértigo de las hormigas,
echar al mar la cajita de madera
que guarda los gestos rutinarios,
aguantar el duro momento del miedo.
Salir al aire, a la ferocidad de la mañana,
exponerse a los ojos hambrientos,
soñar con gigantes,
temblar bajo la cascada de luz del mediodía,
saber que todo dolerá.
Levantarse,
abrir los ojos,
mojar las manos en los estanques
donde nadan vuestros corazones.
Y, al fin,
de pie,
sonreír a la muerte como a lo inevitable.
29/12/13
Grande y digno
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Antonio de Pozoblanco. |
Como decía el poeta, de un pueblo con el cuello perseguido por el yugo.
Pero, con el tiempo y tras probar el sabor del orgullo, comprendí que en la voz flamenca habita el grito ancestral de los hombres libres.
Un grito que es el reducto íntimo de una vieja costumbre entre los oprimidos: levantarse y seguir caminando.
Donde está temblando lo que no se ve.
Donde cualquier hombre, por harapiento que parezca, es grande y digno.
21/11/13
La mejor decisión
Mi novia me dejó hace un mes y no se lo reprocho.
Me pasa algo parecido a lo que le ocurría a Groucho Marx respecto de los clubes, es decir, que yo tampoco querría estar con alguien como yo.
Mi madre, una santa, me tiene cariño por aquello de que han sido muchos años y, en fin, un hijo es un hijo. Pero lo suyo tampoco es que sea pasión de madre, vamos, ni mucho menos. Mi padre, como decía Sabina, un particular.
En el trabajo saben que soy un zote y me ignoran casi siempre, me humillan en ocasiones.
Soy feo, me huelen los pies y ronco como un búfalo.
Si sé que no me vais a echar de menos. Así que... no miréis con cara de pena.
Tomé la mejor decisión al suicidarme hace diez minutos.
Me pasa algo parecido a lo que le ocurría a Groucho Marx respecto de los clubes, es decir, que yo tampoco querría estar con alguien como yo.
Mi madre, una santa, me tiene cariño por aquello de que han sido muchos años y, en fin, un hijo es un hijo. Pero lo suyo tampoco es que sea pasión de madre, vamos, ni mucho menos. Mi padre, como decía Sabina, un particular.
En el trabajo saben que soy un zote y me ignoran casi siempre, me humillan en ocasiones.
Soy feo, me huelen los pies y ronco como un búfalo.
Si sé que no me vais a echar de menos. Así que... no miréis con cara de pena.
Tomé la mejor decisión al suicidarme hace diez minutos.
29/10/13
Vi un ave caer
No puedo estar pendiente
de cada petirrojo que cae
de cada petirrojo que cae
Leonard Cohen
Un crepitar de plumas contra el suelo
paró mi andar por la ciudad cansada,
un ave vi en la acera, aplastada
como la herencia de un beso de hielo.
Descolgado de los aires su vuelo,
con su diminuta quietud ignorada,
aquel volumen breve de ansia alada
me introdujo un súbito desconsuelo.
Mirando el pajarillo anochecido
se derribaron los últimos puentes
que no se había llevado la guerra.
Los hombres seguían indiferentes
pero yo no puede, ensordecido
tras ver un gorrión muerto en la tierra.
29/9/13
Editorial TintaMala
Estamos trabajando en un proyecto editorial. Se trata de una editorial de libros digitales.
Poco a poco vamos dando cuerpo a esta empresa. Aquí tenéis un vídeo sobre una sesión de fotos que nos hemos hecho para la página web que publicaremos en unas semanas.
Poco a poco vamos dando cuerpo a esta empresa. Aquí tenéis un vídeo sobre una sesión de fotos que nos hemos hecho para la página web que publicaremos en unas semanas.
14/8/13
Diógenes furioso
Es lo que tiene pegarte una garbanzada copiosa antes de dormir. Los sueños se desbocan.
A altas horas de la noche, dormido en plena digestión leguminosa, me encontré de frente con Diógenes. Venía con todo el equipo: candil, perro y cuatro harapos que malamente cubrían su cuerpo.
Traía el gesto profundo, con esa forma de fruncir el entrecejo que tienen algunos que no se sabe si miran o sospechan.
Husmeaba por aqui y por allá, con ese aire de importancia que se dan los filósofos griegos cuando se cuelan en el sueño de un cantamañanas como yo.
El caso es que no le estaba haciendo mucho caso. Y, supongo, aunque un gran pensador vaya de humilde, en el fondo tiene su vanidad.
A altas horas de la noche, dormido en plena digestión leguminosa, me encontré de frente con Diógenes. Venía con todo el equipo: candil, perro y cuatro harapos que malamente cubrían su cuerpo.
Traía el gesto profundo, con esa forma de fruncir el entrecejo que tienen algunos que no se sabe si miran o sospechan.
Husmeaba por aqui y por allá, con ese aire de importancia que se dan los filósofos griegos cuando se cuelan en el sueño de un cantamañanas como yo.
El caso es que no le estaba haciendo mucho caso. Y, supongo, aunque un gran pensador vaya de humilde, en el fondo tiene su vanidad.
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