Jinetes verdes
pueblan los sueños
y los campos sin ciudades,
esquivando los afilados espolones
de los gallos de acero y alba.
me he asomado a la gran boca
antigua de la noche
y se me ha quedado el gesto quieto,
dispuesto para una muerte pequeña.
Pero, escuchadme,
al menos colgad mis sábanas
por los balcones abiertos,
quemad todas mis letras
y no permitáis que arranquen
un solo manzano más
en la República de la ternura.