18/2/15

El nieto de Tomasa

Ella suma años y choques porque cuando abre la boca deja el aire magullado.
Un miércoles de fiebre y hospital me senté junto a su cama, a centímetros sus ojos de los míos. Con sorpresa hallé entre nosotros un abismo de delirios y palabras desordenadas.
Ahogado en Tomasa me acerqué a la ventana tras la que alguien había dibujado manchones grises y ácidos en el cielo.
Abrumado por los estragos del tiempo la besé y me quise ir. Antes de alcanzar la puerta, como un latigazo antiguo, me dijo:
Hoy está nublado pero, tranquilo, mañana saldrá el sol.
Ser nieto de Tomasa es tener la sangre en marejada.
La última noche no se atreve con esta hembra y la ronda sin poder tomar al fin su mano.