19/3/13

La biblioteca de Sarajevo

La barbarie había dejado la piedra recomida. Algunas columnas mantenían una verticalidad que su imagen parecía negar. La luz llegaba cansada al suelo, polvorienta después de haber rebotado media docena de veces por las estancias de la zona principal de la biblioteca.
Los cascotes sembraban sus aristas entorpeciendo el caminar de un hombre cansado. Jamás se habría imaginado que el hambre de carne que traen las bombas arrasaría también la tinta de los libros.
Le encontró sentado en un rincón. Se puso en cuclillas, a su altura. Y, con la ternura que solo puede tener un hijo que ya ha sido padre, le dijo:
- Vamos a casa, papá. La guerra terminó.