en que las lenguas negras
derritan las luces perpetuas
y el alba caiga tiritando
tras los muros de la mentira;
cuando queden blandos los duros rayos
ante las madres viejas
que acunan suspiros mezquinos
y las hojas amarillentas tiemblen
en las oxidadas bocas de las alcantarillas;
cuando el olvido acuda indolente
para tragarse mi corazón,
que no le sabrá a nada,
y tú y yo vayamos a dejar de ser
lo que fuimos y somos;
entonces, justo antes del fin,
déjame mirarte por última vez...
Un instante apenas, compañera,
mirarte por última vez.
