ratos, semanas
prescindibles,
desechadas
como un helado derretido.
Hemos sido alegría
desbordada,
infantil
y envidiada.
Hemos crujido en infiernos
pequeños e íntimos,
con un dolor ancho
de océano.
Y ahora toca aprender
que el sol
se pone y sale
incluso si tú y yo
ya no somos
primera persona del plural.