Sola entre la gente, soledad multiplicada,
Aquella mujer era una pared de niebla
Lúgubremente preparada para rendirse
A los tristes tambores de la rutina.
Mañanas de lunes los domingos,
Arañazo el otro lado de la cama
Nunca por hombre calentada ni desecha,
Dolor de vértice deseoso de empuje y espuma.
Rosa con las espinas intactas, así era ella,
A la noche reclamó y fueron sus quejas
Salamandras mendigando una pizca de luz.
Aquella mujer era una pared de niebla
Lúgubremente preparada para rendirse
A los tristes tambores de la rutina.
Mañanas de lunes los domingos,
Arañazo el otro lado de la cama
Nunca por hombre calentada ni desecha,
Dolor de vértice deseoso de empuje y espuma.
Rosa con las espinas intactas, así era ella,
A la noche reclamó y fueron sus quejas
Salamandras mendigando una pizca de luz.