14/8/13

Diógenes furioso

Es lo que tiene pegarte una garbanzada copiosa antes de dormir. Los sueños se desbocan.
A altas horas de la noche, dormido en plena digestión leguminosa, me encontré de frente con Diógenes. Venía con todo el equipo: candil, perro y cuatro harapos que malamente cubrían su cuerpo.
Traía el gesto profundo, con esa forma de fruncir el entrecejo que tienen algunos que no se sabe si miran o sospechan.
Husmeaba por aqui y por allá, con ese aire de importancia que se dan los filósofos griegos cuando se cuelan en el sueño de un cantamañanas como yo.
El caso es que no le estaba haciendo mucho caso. Y, supongo, aunque un gran pensador vaya de humilde, en el fondo tiene su vanidad.
Así que le oí murmurar:
- Voy buscando a un hombre.
Miré hacia atrás y no había nadie. Alrededor y tampoco.
- ¿Perdón? -le contesté-.
- Voy buscando a un hombre -repitió mirando al vacío-.
A estas alturas del sueño ya me puse juguetón del todo y le dije:
- ¡Coño! ¿Qué soy yo, una farola del ayuntamiento?
Pero el tío a lo suyo, con esa mirada tipo Iker Jiménez:
- Voy buscando a un hombre, no me tapes el sol...
- ¿Qué sol ni qué sol, si esto es un sueño y somos dos personajes en medio de una niebla indefinida? -le escupí, ya francamente mosqueado.
- Un hombre, no lo encuentro, busco un hombreeeeeee... -insitió, haciéndose él mismo eco al hablar y con los ojos todavía fijos en una dirección algo errática, pero que yo me atrevería a fijar entre Cuenca y La Coruña-.
No pude más y se me calentó la boca:
- Diógenes, si todavía no has encontrado a un hombre es porque lo que tú buscas, chato, es a Dios.
Ahí sí le descoloqué. Me miró por primera vez, sorprendido. Le tenía donde quería y añadí:
- Y, desde el cariño, Dios no existe.
Bueno, pues filósofo clásico y todo lo que quieras, pero me arreó un patadón en la espinilla que me descoyuntó para el resto del sueño. Después desapareció entre la niebla a grandes zancadas mientras se iba acordando de toda mi familia.
Entonces el que se quedó pensativo fui yo.
Me dije, porque cada uno tiene sus vicios y a mí me gusta hablar solo:
- Gaztea... sueñas con un viejo semidesnudo y acabas recibiendo un patadón que ni Pepe el del Madrid. Más vale que no se te ocurra jamás soñar con Bruce Lee después de otra garbanzada. No lo cuentas, macho.